viernes, 10 de septiembre de 2010

De "UNA MORADA TRAS LOS REINOS"

En octubre de 2008, con motivo de haber ganado el "Premio Poesía Joven del Perú", el Centro Cultural de España (Perú) y Lustraeditores publicaron mi poemario "Una morada tras los reinos". Este poemario lo pensé como un reflejo ficcional poético del lado oscuro de nuestra postmodernidad (fenómenos postmodernos, como el exitismo, consumismo desmesurado, etc., que culminan en la despersonalización del ser humano, automatismo, devastación de la tierra, entre otros), con un yo poético complejo (ser humano, animal, vegetal, energía determinable e indeterminable, etc.) que a lo largo del libro va atravesando un iter de introspección, engaño, sacrificio hacia esos "reinos" que prometen pero que son entelequias (dos reinos como reflejo ficcional de la opresión del yo, tanto interna como externa), culminando su búsqueda en su propio exterminio, a pesar de ciertos vislumbres e incertidumbres sobre lo que realmente le está aocnteciendo. Todo ello alternado por una voz (en el libro aparece entre comillas y en cursiva) traducida en una serie de reminiscencias ficcionales de contiendas libradas por héroes anónimos, muertes, injusticias, etc., que actúan como una especie de advertencia al yo poético pero sin decirle lo que debe de hacer (ya que cuida, ante todo, de resguardar su libertad y no entrar en el discurso de esos reinos), revelándole al final que esos reinos no existen y que el camino es la libertad.

De este libro, me permito compartirles los siguientes poemas. Como indiqué, los poemas entrecomillados y en cursiva corresponden a la voz alterna y, desde luego, los que no tienen esa particularidad corresponden al yo poético principal. Más allá de mis concepciones acerca del libro, las interpretaciones no tienen mando, claro está.


ignoro lo que pende en mí
si un rayo un búfalo muerto
o un jardín de estacas
a punto de clavarse

le huyo a la noche
al sol de los paganos
me alimento con el pan que nadie quiere
me embriago con el silencio que el hombre ignora

duermo sobre el ombligo de una acémila muerta
que es mi nombre
escarbo su pelambre aromada por desollados frutos
de pureza

no poseo un rostro definido
mi piel está hecha del cuero de muchos animales
mis órganos son los frutos
de alguna mandrágora venenosa
mi historia es el tartamudeo
de cada dios inexistente
mis ojos son humo
y humo azul mi lengua

todo canto que llega a mis oídos
se convierte en plaga
no conozco padres
soy la consecuencia de varios apareamientos
probablemente la marea que sube y baja en mi cabeza
es producto de aquél entre un salmón y una loba

no sé dónde permanecer
si en la tierra en el agua
o en la atmósfera que tiene la expresión
de un enorme ahogado
que licua el universo

mi nombre está detrás de todos los nombres
pergeñando sus vestidos
tratando de descifrar cómo dignamente deben morir
las especies como yo

no sé si por mi rostro corre azufre
o las resonantes palabras de los muertos

por tantos siglos antes de los siglos
algo parecido a la sed y la ondulación de la abeja
me ha desgarrado la nuca

animal de ceniza
esteparia sangre
coágulos de cieno mal zurcido

mi sombra ha abandonado los espejos
y desaforada ríe
en el dintel de las cosas

el sol de aluminio ha caído
anidándose en mis vísceras
la eternidad y sus hierros
se han desplomado sobre mis hombros
el hombre de lata golpea y golpea
su ciego tambor bacante
busca entre sus despojos un charco limpio
para alzar un torrente
de fuegos de sílfides de escamas
intenta anudar las corrientes en un solo verbo
con manos impropias
hasta para amar a las piedras

no ha de herirme
no ha de verme
aunque lo embista con una antorcha viva en sus ojos

pero sus hilos como máquinas
jadeos de un ángel desvanecido
al ras de mis talones
el reptil que adivina el paisaje
y delinea la frontera
las escalas
los descensos
el cebo atorado en la garganta
la soledad desde la primera culpa
el obituario

he de retirarme de aquí como un ciego
que arroja el bastón
he de cubrir con cal mis señales
saltar sobre esas cabezas soleadas
que no voltean la noche
ese amor de caucho
removiendo la polvareda



«de niño te enseñaron
las variedades del fuego

los que aparentan ser mar
y anidan multitudes de arena

los que te incineran entre sueños
y hacen que tu corazón amanezca colmado
de febriles bendiciones

pero quién te enseñó
a encender tu propio fuego?

quién te advirtió
de los que huelen a sándalo
y te fulminan la lengua?»



acaso el Rey es este con el que convivo
comparto la piel
y una guarnición de indeseables retratos?

agita en mí un cencerro
llagado de mendicantes voces
una carcajada que me hace bailar sobre ellas
sobornar una llameante identidad
de gladiadores que engullen a sus enemigos
en una burda ceremonia de sílice
al final de la batalla

acaso es este ombligo el que me une
al mazo del primer Rey?
a sus innobles conjuros
a la forma de enviar a la mazmorra a sus hermanos?

y esta ciudad el reino
poblado de reyes que compran almas
cabalgan sobre sus ciervos
rancios arlequines
estériles gnomos que discursan
acerca del pecado
con una navaja ceñida a la yugular?



el reino tiene mi señal y mi nombre
la forma de mi horca
el viento que revolotea en esos cráneos
es el silbido de mi corazón y mi náusea

ahora sé que mi madre es el sol de los calcinados
y mi padre el brasero que rearma a estos muertos
sobre la piedra más afilada de mi memoria

en este reino no hay cómo regresar
ni cómo seguir avanzando

“oh ave
insiste” ___alguien me dijo
y yo sólo fui un manojo de infalibles maldiciones

cómo salir del reino hundido
que hay en cada uno
cómo escapar a los designios de un abyecto Rey
que es uno mismo
ser amo y ciervo a la vez
víctima y asesino del mundo
por el que raudamente se destartalan nuestra fe
y nuestras botas

ciertamente cuando todo quede sumido
a un grano de plomo
cada Rey
ha de habitar su reino de marfiles
eternamente condenado a ver los muertos
que salieron de sus manos
en una invisible marcha de azogue

yo los he visto desde que aprendí a pronunciar terror
sin quemarme la boca
se iban en manadas como bueyes
halados por un poder que hoscamente refulgía
y tronaba la aurora

hasta el amanecer oía sus plegarias
a invidentes dioses
luego quedamos nosotros
artífices del vértigo y la soledad

si me acerco a sus restos sabré
que la vida aún canta con acento de horror
y crisantemos
si me toco es su carne la que tiembla
es su silencio inmolado el que responde

entonces nada es más injurioso que mi índice
la hedionda impiedad por uno mismo
la corona de moho sobre nuestras cabezas

a dónde va la balada de estos muertos
si no es a nuestros pasos
su furia a nuestros ojos
su oro y sus gualdrapas
a nuestra desnudez
el ácido de sus vísceras a la contienda
de nuestras máscaras?

por eso la ceniza relumbra
en cada materia que amamos
la miseria
donde las fábulas se yerguen azarosas



«no hay reinos
no hay nada diferente a esta montaña de polvo
a estas piedras que ruedan dentro de nuestra carne
a esta luz inabarcable que orina en nuestra voz
su falsa canción no es el abrevadero
la entraña de un dios mortal y semidormido
ni el mensaje de alguna ruina lunar

sólo el temblor de los astros
que siempre nos llaman
bajo la nuca
los mismos mandriles chillando
ocultos en el fuego
la alta madriguera de la soledad

no hay reino
recoge tus ojos del agua
entiérralos en tu corazón
sé libre
anda»



(Imagen: portada de "Una morada tras los reinos")